Danilo Cruz Pichardo
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El ingeniero Lisandro Macarrulla, ministro de la Presidencia, tomó recientemente una licencia de su cargo. Los medios de comunicación reprodujeron un tweeter publicado por el alto funcionario, en el cual dice que dirigió una misiva al jefe de Estado, conforme a lo que establece la ley.
La licencia del poderoso hombre público tiene su origen en la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa (Pepca), la cual involucra en Medusa a Lisandro José Macarrulla Martínez, hijo del ministro, quien firmó a nombre de la empresa MC Construcciones un contrato multimillonario por el levantamiento de la cárcel La Nueva Victoria, obra a la que se le atribuye sobrevaluación, entre otras graves irregularidades.
Si a Macarrulla padre lo llevan a los tribunales por el referido caso, los abogados defensores se irían directamente al numeral 14, Artículo 40, de la Constitución de la República, que dice textualmente: “Nadie es penalmente responsable por el hecho de otro”.
Sin embargo, el presidente y dueño de MC Construcciones es nada más que Lisandro Macarrulla, por lo que la imputación penal le salpica desde diferentes ángulos. Sin mencionar otros hechos.
Para muchos dominicanos, en los cuales se encuentra el suscrito, la designación de Lisandro Macarrulla es el pago al financiamiento económico de la campaña a favor del hoy presidente Luis Abinader. Macarrulla es un hombre vinculado a la élite empresarial, beneficiaria de todos los gobiernos, por lo que se colige que él no fue al Estado a sacrificarse ni mucho menos a servir. No tiene buena reputación, pero su designación y poder dejan un mensaje muy claro.
Hasta el momento se dice que ningún funcionario en licencia, en el presente Gobierno, ha retornado a su cargo. ¿Lisandro Macarrulla sería la excepción? Si no lo dejan en el puesto seguiría con tantos o más poderes que los exhibidos por el momento. Y es que Abinader está amarrado a compromisos y tratativas que no puede evadir. El presente gobierno tiene un matrimonio sin divorcio con ciertos segmentos empresariales. Si la actitud de Macarrulla fuera en serio lo correcto hubiera sido renunciar de forma irrevocable.
Dejarlo sin cargo sería una estrategia política que oferta percepciones y seriedad, un simple alivio planificado. Más nada.
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