A veces la soledad juega conmigo,
recordándome tu nombre,
tu nombre que es prohibido.
Por José Amado Núñez Grullón.
Y es que la soledad añora
nuestro único encuentro furtivo
y el instante del beso robado
que tú y yo nunca hemos olvidado.
Agonía de la vida, la noche sin ti ; y
sábanas tristes arropan mi tristeza.
La luz del día deja atrás mi agonía,
ahogando sutilmente la melancolía.
Oh, si la soledad se durmiera
y una noche cualquiera
me dejara dormir contigo.
Amor prohibido, amor de pecado,
cuánto quisiera estar a tu lado.
Cuando la soledad deje de nombrarte,
ese día dejaré de adorarte.
Soledad, no juegues conmigo.
© Derechos reservados.