Una de las historias de amor más hermosas que he leído en la vida es la de: George Müller (Prusia, 7-9-1805 – Bristol, 10-3-1898), y su esposa difunta Mary Groves (7-10 /1830 – 6 -2 /1870). Les hablo de un joven pastor de solo 25 años que siempre pensó “mi propósito no había sido casarme”, sino tener la libertad de viajar al servicio del evangelio”.
A Müller se le recuerda como titán de fe y la providencia de Dios; debido a su obra en favor de los niños desamparados a través de hogares de acogida. Fundó varios de esos centros, donde se llegó a atender más de diez mil niños proveyéndoles albergue, y recibían educación excelente, vestido y alimentación.
Este relato inicia a finales de 1829, Müller deja Londres, Inglaterra para trabajar en Devonshive. Resulta que un hermano en la fe le dio una tarjeta con la dirección de una conocida cristiana, la señorita Paget, que entonces residía en Exeter, para que la visitara. Aceptó la dirección, pero no le importó tenerla tres semanas en el bolsillo sin hacer ningún esfuerzo por verla; pero él dice- “finalmente fui guiado a hacerlo, así fue como Dios me dio a mi excelente esposa”.
Ocurre que, la señorita Paget le pide predicara el último martes de enero de 1830 en la sala que había acondicionado en Poltimore, un pueblo cerca de Exeter, Inglaterra; donde el señor A. N. Groves, quien luego sería mi cuñado, predicaba una vez al mes antes de partir como misionero a Bagdad.
Por mucho tiempo, Müller no tuvo en agenda casarse, sino tener la libertad para viajar predicando; pero después de meses, vio que como joven pastor de 25 años, era mejor casarse, y surge la pregunta: ¿con quién se casaría?
Durante todo este tiempo, el propósito del siervo de Dios había sido no casarse, sino tener la libertad de viajar al servicio del evangelio; pero después de unos meses, por muchas razones, comprendió luego la importancia del matrimonio.
La señorita Mary Groves estaba en su mente; pero el debate en oración duró mucho tiempo antes de que llegara a una decisión; pues no soportaba la idea de quitarle al señor Hake esta valiosa ayuda, ya que la señora Hake seguía sin poder asumir la responsabilidad de una familia tan numerosa. Oró varias veces.
Finalmente, reflexionó, tenía motivos para creer que había despertado en la señorita Groves un afecto especial, y que, debía proponerle matrimonio, y aunque pareciera poco amable con su querido amigo y hermano Hake, pediría a Dios le diera una compañera idónea para suceder a la señorita Groves.
El 15 de agosto de 1830, le escribe a Mary Groves “proponiéndole sea su esposa, y el 19 de agosto, cuando fue a predicar a Exeter, como de costumbre, le aceptó” …y lo primero que hicieron fue arrodillarse ambos y pedir la bendición del Señor sobre la futura unión.
Al pasar dos o tres semanas, Dios, en respuesta a la oración se halló a una persona idónea parara servir de ama de llaves, mientras que la señora Hake seguía enferma; y el 7 de octubre de 1830 se unieron finalmente en matrimonio.
Es una de las bodas más sencillas de las que he tenido conocimiento, simplemente caminaron los enamorados caminaron hasta el altar de la iglesia…, cero banquetes de bodas, tampoco hubo grandes celebraciones; aunque sí una reunión de amigos-hermanos en casa del señor Hake, para conmemoraron la muerte y resurrección del señor Jesucristo. Luego los esposos parten a Teignmout, y al día siguiente comienzan a trabajar unidos para Dios.
Conforme el testimonio de Müller, miles de veces tuvo a bien decirle: Querida mía, Dios mismo te eligió para mí como la esposa más adecuada que podría haber deseado tener».
Para conocer un poco más de la esposa de este siervo de Dios es bueno saber que llegó a decir: era justo lo que se podía desear tenía una educación excelente y sólida, poseía cualidades de una dama, tocaba el piano con maestría, pintaba; además tenía conocimientos de astronomía, gramática, geografía inglesa e historia del francés.
Pero hay más, Müller llegó llenar su boca de palabras para exclamar: “Si todos los cristianos fueran como ella, las alegrías del cielo se encontrarían en la tierra con mucha más abundancia que ahora”.
Me parece que viajo en el tiempo, los lo veo sentados en mecedoras uno junto al otro intercambiando piropos y frases de cariño hablando en silencio solo con miradas de enamorados.
Creo que, el amor amor es como una catarata que no para de lanzar agua desde las cascadas; es lo que pienso cuando leo el que Müller escribió: miles de veces le dije «querida mía, desde que te convertiste en mi esposa, nunca te he visto sin sentirme encantado de verte».
Lo que más me impresiona de su testimonio es que, al predicar en funeral de su amada fue leer que ellos no tenían días felices cada año, ni un mes de felicidad al año, sino doce meses al año, tiempo tras tiempo; mientras estuvieron casados. Una historia de amor que se extendió por treinta y nueve años y cuatro meses… al final de esta sumatoria falleció Mary Groves .
Y las palabras de Müller parecen retumbar todavía en el espacio, una y otra vez decía en el cuadragésimo año de su unión conyugal: Cariño mío, ¿crees que hay una pareja en Bristol, o en el mundo, más feliz que nosotros?…