Himno a la Patria

lunes, 20 de noviembre de 2023

Conversatorio del Presidente con la Opinión Pública

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La Auténtica Para Bruno Rosario Candelier porque SABE cuándo un cuento es cuento.

Por Miguel SOLANO Desde hace varios meses, la muerte, llamada desde hoy, La Auténtica, está intentando comunicarse conmigo. Yo siempre encuentro una manera, una fórmula para dejar en las ventanas su frito diálogo. No quiero ensayar el que no sea interesante su propuesta de viaje inteligente, de emociones que suponen otros y nuevos mundos. Me molesta, y lo dejo como testimonio, su insistencia de siempre querer tenerme a su lado, “consigo”. Pero La Auténtica es insuficiente cuando se trata de abandonar sus responsabilidades. Ella siempre cumple, sin importar el cambio climático. Ha usado todos los recursos, incluso el entrelazamiento cuántico para comunicarse conmigo. Hace unos días tuve que recordarle que los dioses aún no habían autorizado ese método, que estaba proscrito su uso hasta el año 3 mil. “Si tú insistes te denunciaré y te retirarán de la tierra, que tanto te encanta; te enviaran para Saturno a matar muertos, a perseguir espíritus de moscas”, la amenacé: -Bebe algo, emborráchate, un poco de alucinógenos no te caería mal. Algunos son tan blancos como tú – – ¿Te sería más agradable si fuese negra? – Entendí la blanca ironía de su pregunta y le respondí sin medir las consecuencias, como borracho de bar barato, dispuesto a lo que saliera: -Qué descarada eres: el negro es un color diseñado por los dioses para vivir los misterios del placer- No quiso debatir ese tema, sabía las consecuencias que podría acarrearle, pues cuando estaba desconsolada, siempre se arrojaba, se cubría con el calor de unos brazos negros, capaces de mantener la tierra girando, girando como el viento a su palmar. – ¿Por qué, aunque los beneficia, los mendigos siempre quieren que los planes sociales de los gobiernos fracasen? – – Quizás quieren aumentar tu cuota de sacrificio para que te los lleven por grupos- La Auténtica sintió la respuesta como una declaratoria de guerra y siguiendo la sabia china de que “dulces palabras pueden conducir a acciones duras”, respondió con sinfonía en el movimiento de sus rojos labios: -Amado mío, para eso tengo las guerras- – Ah… y para los mendigos, ¿qué tienes como solución? – -Una fórmula del neoliberalismo: ya le advertí a mi jefa, que si los mendigos insisten en hacer fracasar los planes sociales, les voy a prolongar, inmisericordemente, la vida- -Pero, por Dios, mujer, ten un poco más de sensatez. ¿Qué ganarías tú con prolongar la vida de los mendigos? – – El placer del castigo. Ellos saben que me fastidian con sus constantes pedir, y nunca han amenazado con parar, con detenerse- – ¡Así eres de aburrida! – Esa frase, verdaderamente le dolió. La Auténtica no es aburrida. Yo lo sentí y como no quería acelerar mi partida, estaba obligado, debía hacer algo, pronto: -Yo siempre te imaginé piel blanca, ojos azules, caminando hacia el verde oscuro, de 5 pies 11 pulgadas, 118 libras, rostro de corto perfil, como Adriana, nalgas y pechos tan bellos y sólidos como África y de pies ligeros, siempre alcanzando tus objetivos y no permitiendo que nadie te alcance, jamás- -Aunque me hubiese gustado escucharte hablar más de mis pechos, de su belleza superior a la manzana de la discordia; de mis nalgas que al caminar se mueven como si toda África fuera una sola ola de la mar caribeña; te juro que fuiste certero en mi descripción y por las bellas bendiciones de tus certezas, es que anhelo tenerte a mi lado, recorrer contigo las luces de los oscuros caminos. Es un noble pedido, un café en el baño de las rosas. Pensé en algunas variantes con la que pudiera calmarla, decirle algo que me permitiera prolongar nuestra separación. No podía enfadarla. La Auténtica enfadada es una cosa seria, hasta el calvo, simplemente por feo, se lo llevó. Recordé haber escuchado que a La Auténtica la enloquece la música y el amor. Y si alguien logra, como SOLANO, con su ¡Por amor!, combinar con divina armonía la música y los versos, logra, se gana, tiene con La Auténtica una larga batalla, llena de adorable prolongación. Pensé en desempolvar mi piano, pero perder un instante podría ser perder la vida y mi piano es eléctrico; yo ignoraba si había electricidad, tampoco podía correr el riesgo de que en medio del concierto la corriente se montará en el caballo blanco. Esa sería mi sentencia de muerte. Me aferré al único recurso que tenía, a la única posibilidad de seguir respirando, de conquistar más espacio en el tiempo: ¡A capela! – Tiemblas, cada vez que me ves, yo sé que Tiemblas. No hay misterio de ti, que yo no entienda, por qué tratas de ocultar que yo soy parte de ti…- Empezó a llover. Era esa lluvia que penetraba entre los rayos solares para llegar como luz. Mi voz, desde la SolSéptima, empezó a cabalgar entre las olas de la mar, a vivir entre los tiempos sin tiempos. La Auténtica empezó a temblar y a desvanecerse: ¡yo sigo vivo!