David, que según los estudiosos de la Biblia vivió entre los años 1040 y 966 antes de Cristo, y se destacó como guerrero, músico y poeta; no exento de pecado, gobernó en Judá entre el año 1010 y 1006 antes de Cristo, y sobre la toda la nación de Israel del año 1006 y el 966. Escribió el Salmo 119, el más largo de toda La Biblia; tiene 176 versículos.

Las hazañas de este guerrero y hombre de Dios ocupan gran cantidad de pasajes de la escritura sagrada y han sido analizadas por cientos de años.

David, que según los estudiosos de la Biblia vivió entre los años 1040 y 966 antes de Cristo, y se destacó como guerrero, músico y poeta; no exento de pecado, como todos los hombres que nacen en esta tierra. Gobernó como monarca de Israel y Judá en período año 1006 y el 966. Escribió el Salmo 119, el más largo de toda La Biblia; tiene 176 versículos.

Mi enfoque consiste en presentar y analizar los versos 97 al 99 de esa alabanza que dice: «¡Oh, ¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación

Analizando a profundidad el verso 97 es como un canto, es una invitación a amar y meditar constantemente en la Ley de Dios, el 98 muestra la sabiduría que se obtiene de los mandamientos divinos supera a la de los individuos más eruditos, transformando la comprensión y el enfoque de la vida; en tanto en el 99, el salmista declara que su meditación en la palabra de Dios le ha dado un entendimiento mayor que incluso sus maestros.
Este cántico, conforme los estudiosos fue escrito por David, bajo el reinado del rey Saúl, gobernante que lo persiguió con frecuencia, pero algún momento tuvo de tranquilidad y entonces ejercitó la poesía divina; dividido en partes que cubren todo el alfabeto

El libro de 1 Samuel 16:23, dice “Sucedía que cuando el espíritu malo de parte de Dios venía a Saúl, David tomaba el arpa, la tocaba con su mano, y Saúl se calmaba y se ponía bien, y el espíritu malo se apartaba de él”.

Por un momento, pensemos, imaginemos por un instante que una persona proclama que ama a Dios; pero si en la práctica, en la vida diaria, no conoce su palabra, y no le importa lo que dice el texto sagrado, ni tampoco vive de acuerdo a sus preceptos, sus vocablos no valen el aliento que invierte en pronunciarlas.

¿Qué ama la gente? Ama las actividades en las que se deleita, en lo que usa su tiempo, prefiere las actividades que son la esencia de su vida, aquello en lo que invierte la mayor cantidad de su existir. Las personas dicen: “No tengo tiempo”, pero todos sacamos espacio para aquello que deseamos o amamos.

Los seres humanos bien informados saben que, en toda actividad humana hay algo de verdad y error también. Leí que Charles Spurgeon, el príncipe de los predicadores, ya fallecido escribió sobre el texto sagrado: «El mejor libro que se haya escrito jamás y no tiene errores». Yo lo creo.
No se trata de leer La Biblia solo el domingo cuando se va a la iglesia, y luego guardarla y que se llene de polvo durante la semana, contrario a David que escribió: «Todo el día ella es ella mi meditación». Vivir las enseñanzas de la buena noticia: El evangelio.