Por Doctor Ramón Ceballo 

En su segundo mandato, la política exterior de Donald Trump ha generado un fenómeno que pocos analistas anticiparon, la formación de un frente cada vez más amplio, integrado por potencias emergentes, economías intermedias e incluso antiguos aliados, que encuentran en la presión estadounidense un motivo para coordinar posiciones y buscar alternativas al liderazgo de Washington.

En el actual escenario geopolítico, Donald Trump ha intensificado su retórica contra gobiernos que se apartan de la línea estratégica dictada desde Washington. Ha lanzado advertencias veladas a Brasil, tras la condena judicial a Jair Bolsonaro, y a Colombia, por las decisiones judiciales que comprometen a Álvaro Uribe. 

España y otros países europeos tampoco han escapado a sus señalamientos, acusados de “falta de alineamiento” con los intereses estadounidenses. Estos mensajes, cargados de presión política, buscan marcar un terreno donde las decisiones soberanas de cada nación se vean condicionadas por la voluntad del poder norteamericano.

La estrategia de Trump, basada en aranceles punitivos y sanciones económicas para forzar alineamientos políticos, ha tenido un efecto contrario al esperado. 

India recibió un 25 % de aranceles por seguir comprando petróleo ruso, y China fue amenazada con un 100 % sobre sus exportaciones si no reducía esos lazos. 

En lugar de aislarse, Nueva Delhi y Pekín encontraron un interés común: defender su soberanía energética y reforzar la cooperación con Rusia.

Canadá y México, socios tradicionales en el T-MEC, fueron golpeados con nuevos gravámenes, alegando motivos de seguridad nacional. 

Ottawa respondió con aranceles espejo sobre productos estadounidenses y promovió un fuerte movimiento de consumo local. 

Ciudad de México aplicó tarifas selectivas sobre el agro y la industria de EE.UU., mientras fortalecía su comercio con América Latina y Asia.

Turquía, miembro de la OTAN pero con vínculos estratégicos con Rusia, vio cómo Washington elevaba los aranceles a su acero y aluminio, presionando por su relación con Moscú y Beijing. 

Ankara respondió incrementando la cooperación energética y militar con Eurasia, consolidando su papel como puente geopolítico entre Europa y Asia, y acercándose más a foros como la Organización de Cooperación de Shanghái.

Brasil, potencia agroexportadora y miembro del BRICS, también fue objeto de restricciones y amenazas arancelarias sobre su acero, aluminio y productos agrícolas. 

En lugar de ceder, reforzó acuerdos comerciales con China, India y Rusia, buscando reducir la dependencia del mercado estadounidense. 

El presidente brasileño defendió abiertamente un mundo multipolar, alineando su discurso con el de otros países críticos a la política de Trump.

  • Perú: aunque no es una potencia económica de primer orden, ha mostrado mayor interés en fortalecer lazos con Asia y el bloque BRICS+, buscando diversificar exportaciones y atraer inversión china y rusa para infraestructuras.
  • Egipto: pieza clave en África y Medio Oriente, mantiene cooperación militar con EE.UU., pero ante la volatilidad de Trump, intensifica su asociación con Rusia y China, especialmente en energía y tecnología militar.
  • Argentina: golpeada por crisis recurrentes y alta dependencia financiera, encontró en China y Brasil un contrapeso a la presión de Washington, sumándose a proyectos de infraestructura y energía financiados por Pekín.
  • España: como miembro de la UE, intenta mantener equilibrio, pero las tensiones arancelarias entre Washington y Bruselas han empujado a Madrid a mirar con mayor interés mercados alternativos en América Latina, África y Asia.

Aunque estas naciones no comparten sistemas políticos ni visiones ideológicas idénticas, la presión de Washington ha incentivado un alineamiento pragmático. Se coordinan en:

  • Defensa de la soberanía económica y energética.
  • Expansión de acuerdos comerciales alternativos (BRICS+, OCS, Mercosur-Asia, Unión Africana).
  • Rechazo a la diplomacia coercitiva mediante sanciones unilaterales.

El resultado es un bloque informal, pero cada vez más sólido, que incluye potencias emergentes y economías desarrolladas, todas buscando reducir su vulnerabilidad frente a decisiones unilaterales de Estados Unidos.

  • BRICS y BRICS+: Se fortalecen como plataforma para el comercio en monedas locales, la cooperación energética y el financiamiento de infraestructura sin pasar por organismos dominados por Occidente.
  • G20: La división entre países industrializados y emergentes se profundiza, con una mayor coordinación entre los segundos para resistir políticas comerciales punitivas.
  • OMC: Crece el debate sobre el abuso de cláusulas de “seguridad nacional” para justificar aranceles, lo que podría llevar a reformas impulsadas por una coalición de países afectados por la política comercial estadounidense.

Trump pretendía redibujar el mapa de alianzas a favor de Estados Unidos, pero sus tácticas han tenido el efecto de acercar a rivales históricos y a socios descontentos

Desde India hasta Turquía, pasando por Canadá, Brasil, México, Perú, Egipto, Argentina y España, crece la sensación de que el futuro del comercio y la diplomacia global no dependerá exclusivamente de Washington.

 El tablero internacional se vuelve así menos unipolar, más impredecible y cada vez más resistente a la hegemonía estadounidense.