Por Danilo Cruz Pichardo
El Partido Revolucionario Dominicano, conducido por el doctor José Francisco Peña Gómez, se caracterizó por ser una organización policlasista. En su máximo organismo de dirección había empresarios, profesionales y dirigentes gremiales, sindicales, juveniles y de entidades femeninas.
Aunque Peña fue un hombre de origen humilde y su principal fuerza estuvo en la gente pobre siempre fue equilibrado y ofrecía espacio a miembros de las demás clases. Y el ejemplo está en que estuvo rodeado de intelectuales y sostuvo excelentes relaciones con segmentos liberales del empresariado dominicano.
Además fue un estratega político. Ideólogo y diseñador de alianzas y coaliciones como los Acuerdo de Santiago y de Santo Domingo. Solía ofrecer gran importancia a organizaciones minoritarias, que apenas sacaban tres mil votos, como fue el caso del PTD, cuyo líder, José González Espinosa, fue senador varias veces con los votos del PRD.
Más que los sufragios sumados por una entidad minoritaria valoraba el impacto sicológico que tiene en el electorado el anuncio formal de una alianza. Las alianzas siempre ofertan percepción de fuerza.
Para el año 1993 las encuestas decían que Fernando Álvarez, dirigente del Partido Reformista, si se iba de esa organización le restaba un 5% a Balaguer.
¿Qué hizo Peña Gómez? Conquistó a Fernando Álvarez, lo hizo su compañero de boleta para los comicios de 1994 y le dio una alta cuota de candidaturas legislativas y municipales en todo el país.
Fue una alianza correcta en término político. No solo estaba restando cinco puntos a Balaguer, sino que también Peña estaba sumando un 5% a su candidatura, que en definitiva marcaba un 10% la diferencia con Balaguer.
Gracias a esa capacidad aliancista Peña compitió y ganó los comicios de 1994, pero asegurando siempre, primero que todo, la unidad de su partido.
La experiencia dominicana indica que cuando una organización política hace alianzas estratégicas y sonsaca a dirigentes de otras entidades, las perspectivas de triunfo son elevadas. Contrariamente: si hay división y no se suma desde afuera, las posibilidades de derrota se incrementan. Podría poner decenas de ejemplos.
Estos datos se traen a colación por la actitud irracional, clasista, triunfalista y sectaria que se exhibe en el PRM, donde se excluyeron a dirigentes históricos para incluir a empresarios, algunos inclusive sin carrera política.
El PRM, hoy carente de ideología y manejado por una sola clase social, se dirige de forma vertical, donde impera la genuflexión o reverencia y no se puede disentir. Es una especie de empresa privada. Así no opera con éxito ningún partido político y si algunos dirigentes guardan silencio es por su condición de servidores públicos.
De forma adicional, el triunfalismo que se muestra desde el poder parece ser un sueño, porque se obvia que Luis Abinader es un presidente de circunstancias.
La división del PLD, que era el partido mayoritario hasta el 6 de octubre de 2019, fecha en que se celebraron las primarias, resultó ser un indicador favorable para la oposición. Aparte de la división del PLD la población dominicana se hartó de los exabruptos y escándalos del pasado gobierno y decidió sufragar por el PRM, que se ofertó como “cambio”.
El hartazgo del electorado con el PLD fue tan grande que para nada se detuvo a valorar los acontecimientos que se registraban en el PRM, donde se contraían compromisos con empresarios mafiosos y se recibió dinero de sectores del bajo mundo. Todo eso se supo después.
Sin embargo, las circunstancias que hicieron posible que Luis sea presidente no están presentes ya. Desaparecieron.
Para contrarrestar la situación negativa y desviar atención se inventan encuestas, cuyas firmas nadie conoce, donde Luis aparece con un 60 y un 70%. El propósito es deliberado y no es otro que engañar a la gente, cuando en efecto se cae en el “autoengaño”.
Todos sabemos que hay desgaste gubernamental con la incapacidad para enfrentar el problema de la inseguridad ciudadana, que la gente pega el grito al cielo con el costo de la vida, la tarifa eléctrica y se activa la alarma económica con el enorme nivel alcanzado por la deuda externa, producto del festival de empréstitos aprobados, en algo más de dos años de gobierno, por el Congreso Nacional.
A pesar de que son aspectos evidentes y desfavorables se insiste en que Luis Abinader, que procura la reelección presidencial, gana fácil, que no necesita a nadie, que hace el mejor gobierno y todos los funcionarios son populares.
Si son tan populares, ¿por qué Luis, Paliza, Ito, Neney, Fulcar, Chu y Then no acuden al Estadio Quisqueya a ver un juego de béisbol, para confirmar esa popularidad?
Solo la borrachera de poder impide que un presidente no vea la realidad. Las pocas encuestas creíbles que se conocen revelan la proyección de un escenario de segunda vuelta electoral para mayo de 2024. Esa proyección podría variar a favor o en contra de palacio, pero hasta ahora es lo que hay.
En política no hay enemigos, hay adversarios y los adversarios son circunstanciales. No creo que las diferencias entre los dirigentes del PLD y de la Fuerza del Pueblo sean tan grandes como para no llegar a un entendimiento.
Y si sus cúpulas no se ponen de acuerdo, se produce una alianza automática entre militantes de una y otra organización. Todo apunta a que habría una recomposición y se aglutinarían en torno a Leonel o en torno a Abel. Todo dependería del que esté arriba.
Abel acaba de sufrir un revés, que es su primero como candidato presidencial, con la renuncia de Julio César Valentín del PLD. El daño no es tanto por los exalcaldes y el diputado que se llevó Valentín, sino por el impacto sicológico que ha tenido en la población esa renuncia.
Ese episodio debería servir de experiencia a los señoritos soberbios de la cúpula del PRM, al decir que no necesitan a nadie y que ganan en todos los escenarios.
Mientras duermen de ese lado, desde la Fuerza del Pueblo se diseñan estrategias encaminadas a sumar entidades y a sonsacar dirigentes importantes de otras parcelas políticas. Independientemente del descrédito que tenga Leonel Fernández, no se puede subestimar a un hombre que fue presidente tres veces y que está seriamente pensando en volver.
Para tales fines Fernández procura sumarse a Abel Martínez, pero también a Guido Gómez Mazara, aunque tenga que ofrecer la vicepresidencia y varios ministerios, dato que llega al suscrito desde alguien de la Fuerza del Pueblo.
Habría que esperar la forma en que evolucionan las circunstancias, pero desde la intención de Leonel Fernández su estrategia no deja de ser correcta.
De Abel Martínez nada sé y tampoco se puede prematuramente vaticinar su comportamiento electoral, porque en política es un error subestimar a un candidato presidencial, aunque su liderazgo se circunscriba por el momento a lo regional.
Y de Guido Gómez Mazara lo que se puede decir es que está trabajando en todo el país, formando y fortaleciendo estructuras con miras a las primarias del PRM. Guido aspira a ser presidente de la República. Y de todos los aspirantes presidenciales, en todo el espectro político nacional, es el más liberal, el de mayor carisma, el que más conecta con el electorado y que muestra mayor dominio de los temas de la agenda nacional. Se ha convertido en el nuevo líder de los perremeístas.
Lo que más le conviene al PRM, conforme a analistas independientes, es la celebración de unas primarias abiertas y democráticas, sin el uso de recursos públicos y organizadas por la Junta Central Electoral, para mantener la unidad de la organización, formar una fuerte coalición y optar con posibilidad de éxito en la contienda de 2024.
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