Editorial
Por Marcos Sánchez
Según me comenta mi padre, ahora de 87 años, para 1979, el país habría vivido una experiencia lluviosa de niveles alarmantes, pero nunca había visto algo semejante a lo acontecido en Santo Domingo en la tarde-noche del viernes 5 de noviembre de este 2022.
Mi padre, evidentemente, hacía referencia a la entrada del huracán David (25 de agosto de 1979-8 de septiembre de 1979), único fenómeno hasta la fecha que tocó suelo nacional con una intensidad de categoría 5.
La inundación colectiva en importantes áreas de Santo Domingo no se debió al paso de un meteoro atmosférico. Fue un torrencial de varias horas y demostró que el drenaje pluvial en la capital dominicana es un desastre o que en su defecto, nunca fue realmente puesto a prueba.
Una excelente oportunidad para tomar nota y realizar los correctivos de lugar. La población necesita administradores orientados a resultados. Personas capaces de buscar soluciones y no invertir inerte tiempo en señalar pasados o actuales culpables en un vórtice de dimes y diretes que no aportan nada al problema surgido.
En nuestro venidero medio siglo de existencia debajo de este sol, tampoco habíamos visto lo acontecido en Santo Domingo y no deja de impresionar porque los incontables vídeos enviados a El Boletín Noticioso y por igual, en privado a título personal, generaban un sentir de pesar, preocupación, asombro, vergüenza y decepción.
La cultura dominicana siempre ha tenido ribetes (y los tendrá siempre) de asimilar las vicisitudes con actitud burlona, propio del folclore criollo, quizás en búsqueda de una solución de alivio ante un problema serio. Suena irónico, pero es así.
Dentro de ese fervor y chercha, se detecta un nivel de poca empatía y descarada actitud individualista de sentirse «protegido» porque no le pasó nada, pero usar el dolor ajeno para crear situaciones jocosas. Es más importante filmar con el celular un evento catastrófico que marcar el 911 para adelantar la acción de socorrer a las víctimas.
En ese contexto, la inundación en la capital dominicana dejó como testimonio que el colapso de los imbornales, aparte del fallido sistema de drenaje pluvial, también radica en la odiosa práctica de lanzar desechos sólidos a las calles cuando llueve.
Al arrojar basura cuando llueve, terminan los desechos sólidos en un punto que obstruyen los imbornales y al éstos colapsar, no dan espacio al torrente liquído fluir y es entonces que surgen las inundaciones.
Por supuesto, que es algo mucho más complejo de ahí, porque si el sistema de drenaje no le es dado mantenimiento, probar sus capacidades y adecuarlo, es probable que en un eventual sistema lluvioso mayor a cinco horas, volvamos a ver el Nilo en Santo Domingo.
El autor es director de El Boletín Noticioso, articulista con 25 años de experiencia, escritor, comunicador social, educador e intérprete bilingüe y actor.
Tomado del periódico “El Boletín Noticioso”
No hay comentarios:
Publicar un comentario