Opinion
Organizando Ideas
Olga Capellán
Los trabajadores cañeros no son merecedores de ninguna
atención, tampoco de una pensión que le corresponde a cada uno de estos pobres
infelices, ni siquiera a aquellos que se pasaron toda una vida dando sus
fuerzas de trabajo para que el pueblo dominicano viviese con dulzura e incluso
el gobierno pudiese destinar los fondos obtenidos a través de este capítulo a
cumplir con las necesidades del Estado.
Estos trabajadores no merecen nada, a juicios de los gobernantes
del país, no se sabe por cuales razones, las autoridades pasadas y las actuales
se niegan a cumplir con el compromiso laboral y social de cada nación para con
sus ciudadanos en el área laborista.
Ni siquiera el presidente de la república Lic. Danilo
Medina y Sánchez, que tanto se ufana en decir que tiene un 90% de la simpatía y
aceptación del pueblo, se ha ocupado por resolver el problema a estos
trabajadores cañeros, por el contrario, son tratados con indiferencia por parte
de las autoridades gubernamentales a la hora de hacer sus reclamos.
He aquí el rostro de la pobreza, estos trabajadores,
muchos de los cuales llevan hasta 50 años de jorobas en las espaldas, trayendo
beneficios económicos al país, a pesar de que gran parte de ellos son ciudadanos
de otra nación, que bien pudieron colaborar por el desarrollo de su pueblo, sin
embargo lo hicieron por la República Dominicana, quienes fueron traídos al
territorio nacional por los diversos gobiernos, que hoy les han negados sus
prerrogativas de seres humanos con el mismo derecho a cualquier otro ciudadano.
El gobierno insensible del Partido de la Liberación
Dominicana (PLD) que tanto ha restregado en la cara de las instituciones de
derecho internacional y que brinca y salta cuando se le condena por violación a
las leyes que protegen la preservación de los derechos ciudadanos, ha sido el
primer aniquilador de estas prerrogativas, incumpliendo su compromiso de
Estado.
El gobierno de Danilo Medina, prefiere tener a estos
pobres ancianos decorando la parte frontal del Palacio Nacional por días,
semanas, meses y quién sabe hasta cuándo, ante que mostrar un mínimo acapices
de sensibilidad y cumplir con los compromisos laborales que a estos les
asisten, como mínimo otorgándoles una pensión a cada uno, para que ellos puedan
vivir los últimos años de vida de una manera digna como está consignado por los
derechos humanos y los acuerdos de Viena, La Haya y Roma, entre otros.
Danilo Medina, otorgas lujosas pensiones a hombres y
mujeres de otros sectores que nunca han aportado ni un solo centavo a la caja
de pensiones del Estado, sin embargo a los ojos del mandatario es una obligación
Estatal (que no la veo mal) brindar el apoyo gubernamental a reconocidas
figuras del diferente quehacer nacional, lo que si veo mal es que a aquellos
trabajadores cañeros no se le tome en cuenta a la hora de que ya no pueden
entregar más el sudor que entregaron por
décadas al a la sociedad y al Estado dominicano, a través de los ingenios
azucareros, trabajando de sol a sol hasta 15 horas por día.
Los trabajadores cañeros que reclaman sus pensiones y
otras prestaciones laborales llevan más de un mes frente al Palacio
Presidencial, sin que esto haya movido la sensibilidad de las autoridades
gubernamentales, a favor de estos ciudadanos a los que se le ven la pobreza
marcada en sus rostros y a pesar de que
el propio gobierno asegura haber acabado con la pobreza en el país en más de un
40%, cuando en realidad so está acabando con los pobres, al negarles sus
derechos.
Danilo Medina, tendrá que pagar una buena partida
económica para pregonar otra cosa que no sea su falsa popularidad, porque a simple vista no se
nota, y es que si fuere verdad, su gobierno no fuese objeto de tantas protestas
escenificadas al menos tres veces por semana, en diferentes localidades y por
diversas razones, pero el pueblo no reclama ni protesta por estar alegre y
feliz, sino por incumplidas promesas y mejores condiciones de vida.
Que Dios se apiade de los trabajadores cañeros, porque
el gobierno del PLD y Danilo Medina se niegan a reconocer sus derechos.
La autora es periodista