Christian Paniagua
…si se quedara el universo sin estrellas, si perdiera el ancho mar su inmensidad, si el buen vino, el karaoke o el plátano se agotaran en el suelo patrio, pero (a la par) el más bello de los poemas de Neruda se hiciera realidad para los oídos del escritor homenajeado; ni el sobresalto por las desapariciones de lo primero ni la gracia por lo bello de lo segundo, conmovería tanto al laureado escritor Peralta Romero, como el contento y la gracia que el talento de los estudiantes —todos—de UNAPEC, le dispensaron al hacedor de novelas y de cuentos en su día más feliz.
Sucedió el pasado miércoles 26 de noviembre 2025 y, esa fecha (guardando las diferencias) valdrá recordarla, para el hombre, para el escritor que seguro dispondrá tinta para anotarla, por significativa. Tanto, como el día que saboreó el primer abrazo de una novia o la fecha del último beso dado a la dama que lo trajo al mundo.
Anoto que fue su día más feliz porque nunca le vi tan regocijado, tan satisfecho por haber dedicado una vida, entera, al oficio de escribir. Tan Él se le vio, tan escritor y creador de mundos demostró ser: hacedor de frases, de versos y de cuentos, que los allí presentes se sumaron al evento —maravilloso— de aquella juventud elocuente, servidos para encantar al autor con el mismo instrumento creador de Dios (la palabra) el teatro ceñido a la idoneidad, mismo talento, elevado a la apoteosis, que se desparramó sobre aquel escenario vivo, preñado de riquezas -—todos— estudiantes de UNAPEC, volcados y prodigios para señalar y establecer cómo es hacerlo bien, porqué vale la pena escribir y porqué, este día, sería para rendirle tributos (por su obra) al próximo Premio Nacional de Literatura 2025.
Estuve allí, y confieso; disfruté, como otro centenar de asistentes, el sublime acto. Nunca presencié semejante efluvio de creatividad sobre un escenario en torno a la obra de un solo escritor, artista del oficio; «Conciencia Peregrina», los 13 capítulos de ese libro de cuentos de Rafael Peralta Romero —ganador de innumerables premios— director de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, fue la obra a llevar a escena y ¡qué lindo sucedió!
El público cautivó, cada acto mejor que el anterior
Me dio gusto ver el encomio de un centenar de estudiantes de aquella universidad, cómo se inclinaron a encantar, a irradiar alegría recitando y/o coreando (poéticos) las estrofas, el mensaje y la moraleja de uno que otro cuento del afamado libro, pero también hicieron de los cuentos, teatro, arte dramático cual mimos de Paris, servido ante el contento del escritor que (entre nos) le vi llorar sobre la alegría que se le dispensó. El varón se hizo melancolía pura ante el obsequio de una juventud que demostró admiración, que le dio vida al drama contenido en «Conciencia Peregrina.» Todo, mejor organizado, por iniciativas de profesores y de otros entendidos de lo que son las buenas artes, en aquella universidad: UNAPEC se lució, lo hizo ¡muy bien! la casa de estudios que representa la excelencia en la calidad de la educación en República Dominicana.
Pero hay más: sentado en el salón de actos me llegó la información de que, esa casa, edificada por un sátrapa para su madre (la excelsa matrona de los 31 años de oprobio que fueron) seis décadas después de que aquella Era que si fue Era fue superada y la libertad, revestida en democracia, se erigió. Se me explicó allí cómo, la sabiduría oportuna del gobernante que llegó una vez derrotada la tiranía, se decretó que esas tierras y propiedades pasaran al erario, al Estado, y ¡qué bueno! lo que antes abrigó escarnios y conjuras en contra del pueblo llano, se dispuso para el sumo bien, para el mejor cultivo de la juventud estudiantil de entonces y, todavía, la conquista rinde frutos… Como lo que ahora nos llama a felicitar el esfuerzo consumado al reconocer la obra literaria de un escritor dedicado a lo que más lo apasiona, publicar para el consumo de una mejor educación.
A la cosecha de darle óptimo uso a lo anterior, se sumó, luego, Elito, el presidente más intelectual que nos gastamos, Joaquín Balaguer. Fue aquel mandatario que al final gobernó ciego, quien repartió para el saber y para la cultura nuestra, las heredades de la tiranía y (entre ellas) surge nuestra Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, misma que después agrandó Leonel Fernández y que es lo mejor de lo mejor que la política edificó, por orden de aquellos gobernantes que fueron oportunos, en sus tiempos, y que, Dios quiera, puedan ser superados (en eso de educar) por los de hoy y en día venideros.
¡Gloria a los que en la educación confían! Eso se agradece. Es honra y honor que todos los hijos de esta tierra y/o los foráneos, se educaran y se eduquen mejor. Así acontece. La casa de la matrona que parió desafíos y represión ahora es oasis para el saber, es techo para elevar conciencia y para homenajear a los grandes y a los talentosos de nuestro parque artístico: así quedó plasmado para la ocasión ¡enhorabuena! cuando el turno lo agotó un escritor de fuste (incansable) porque, sepa usted ¡envidioso de la porra! hace poco se anunció otro aporte del escritor Rafael Peralta Romero; ¡Cuatro obras publicadas en 2025! Eso, y su haber creativo, es para bien del parque del saber del país. ¡Gracias muchas! al escribidor más celoso del buen español y lo concerniente al ser un buen hablante del idioma de Cervantes. Su proeza hace historia, pero también es modelo que inspira y educa al estudioso del hablar y del escribir criollo, vigilado por el soporte de charlas y por escritos semanales, en una columna que el escritor alimenta por varias décadas en periódicos y redes…

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