Por: Cristina Rodríguez
En medio del proceso que vive nuestro país, nuestra provincia de San Cristóbal y, de manera especial, mi amado pueblo de Haina, se hace necesario alzar la voz desde lo más profundo del corazón. Esta es una reflexión nacida del dolor, pero también de la esperanza. Porque aun en la oscuridad más densa, siempre hay una luz que nos llama a seguir adelante.
Lo que hemos vivido ha sido uno de los momentos más duros y desgarradores que nos ha tocado enfrentar. Una mezcla de confusión, pérdida y tristeza ha marcado profundamente a nuestra gente.
Yo, como muchos, fui muy afectado por lo ocurrido en el Jet Set. Tuve que sacar fuerzas de donde no las tenía para colaborar, para sostenerme. Hubo un instante en que simplemente no pude más… y me quebré.
Aun así, decidí levantarme. Me levanté con el alma herida y el cuerpo cansado, pero con la firme convicción de que debemos seguir adelante. Porque, aunque el dolor persiste, también permanece viva la esperanza. Con Dios como guía, no estamos solos.
Pienso constantemente en los niños que han quedado sin padres, en los padres que han perdido a sus hijos. No hay palabras para describir ese dolor. Ni siquiera existe un nombre para quien pierde a un hijo. Pienso en los abuelos, en los padrinos, en los vecinos y amigos… en esas vidas que ya no están, pero cuya alegría y energía nos iluminaban y hoy hacen tanta falta.
San Cristóbal, y especialmente Haina, ha quedado golpeada, como si la luz se hubiera apagado. Pero creo firmemente que de ese mismo dolor pueden brotar nuevas razones para vivir, para resistir, para abrazarnos como comunidad.
Hoy tomo fuerzas del cielo. Lo hago por los míos, por quienes aún luchan con deseo de vivir, por los que nacieron ese día, y por quienes inician largos y difíciles procesos de sanación. Este es el momento en que más necesitamos unirnos: con amor, con solidaridad, con humanidad.
Padre amado, seguimos clamando por tu piedad, por tu sabiduría, por tu infinita misericordia. Sana nuestra tierra, consuela a los que lloran, fortalece a los que se han quebrado. Y gracias, Señor, porque sabemos que en medio del dolor estás con nosotros. Tu amor es más grande que cualquier herida y tu luz, más fuerte que toda oscuridad.
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