Opinión
Organizando Ideas
Olga Capellan
Por Luis R. Decamps
R.
Digitelpress, redacción
Europa en español, 28 de abril de 2015
La
XVII Convención Nacional Extraordinaria del Partido Revolucionario Moderno
(PRM) se desarrolló en un ambiente de moderación y pulcritud independientemente
de que no fue tan concurrida como se esperaba, y conforme habían advertido
algunos observadores que tenían reservas a este respecto (dados los precedentes
conocidos de los ahora ex perredeístas), esas premisas de “no líos ni trampas”
hicieron posible la confirmación de lo que pronosticaban casi todas los
muestreos y encuestas: la victoria del licenciado Luis Abinader.
De
conformidad con el boletín número 5 emitido por la Comisión Nacional
Organizadora, en ese evento de votaciones primarias se emitieron 321,913 votos
(de alrededor de 1 millón 600 mil posibles en un padrón semicerrado, lo que
indica que más o menos el 20 por ciento de los inscritos ejerció su derecho al
sufragio), de los cuales 221 mil 306 (70.24 por ciento) favorecieron al licenciado
Abinader, 90 mil 130 (28.61 por ciento) al ex presidente Hipólito Mejía, 2 mil
439 (0 .77 por ciento) a la doctora Geanilda Vásquez, y mil 207 (0.38 por
ciento) al doctor Amaury Justo Duarte. Los votos nulos ascendieron a 6 mil 831
(2.12 por ciento), por lo que los realmente válidos fueron 315 mil 082 (97.88
por ciento).
(En
la convención del PRD de marzo de 2011 se usó un padrón semiabierto -el de la
JCE, que tenía 5 millones 905,964 inscritos, restándole 547 mil identificados
como militantes de otros partidos-, y el ex presidente Mejía obtuvo 499 mil 282
votos para un 53.34 por ciento, mientras que el ingeniero Miguel Vargas fue
favorecido con 436 mil 686 para un 46.66 por ciento. Nunca se pudo determinar
con exactitud qué porcentaje de los inscritos perredeístas realmente votó… En
el congreso elector del PLD de junio de ese mismo año se utilizó un padrón
cerrado de 2 m illones 551,832 inscritos, y sus resultados fueron los
siguientes: Danilo Medina obtuvo 907 mil 015 sufragios para un 87.18 por
ciento; José Tomás Pérez alcanzó 52,190 para 5.02 por ciento; Francisco
Domínguez Brito fue favorecido con 44 mil 967 para un 4.32 por ciento; y
Radhamés Segura terminó con 36 mil 176 para un 3.48. por ciento. Votó el 41.68
por ciento de los inscritos).
En el
importante evento interno del PRM no faltaron dificultades logísticas e
incidentes minúsculos y cuestionamientos aislados (algunos de éstos
relativamente significativos o valederos -como los que se han producido en
torno a las seccionales del exterior y a varios de los municipios de la
provincia de Santiago- y otros hijos naturales de la necesidad de “explicar”
ciertas derrotas inesperadas), pero los result ados oficiales, ofrecidos
primero a los precandidatos con puntillosa precisión y meridiana claridad por
las autoridades correspondientes, fueron aceptados de inmediato por aquellos
sin protestas ni suspicacias mayores. O sea -se reitera-, sí hubo convención
(sin las comillas que le ha puesto un prominente comunicador), y en toda regla,
al margen de la no muy abultada participación. El subjetivismo y las
imprevisiones o fallas estratégicas de uno jamás pueden ser excusas para
cerrarse ante la realidad, ni mucho menos para reeditar la manida postura
(¡exactamente la misma de los derrotados en la convención del PRD de 2011!) de
echarle la culpa del fracaso propio a los organizadores del evento.
La
verdad es que la fortaleza, la consistencia y la expedita viabilidad coyuntural
de la precandi datura del licenciado Abinader eran notorias en el último año
hasta para los mas cegatos analistas políticos del patio, pero extrañamente en
el sector que lidera el ex presidente Mejía dentro del PRM -ahora se ve que
acaso bajo el influjo alucinante de su buena estrella del pasado reciente-
demasiado gente se comportaba como si ignorara esa percepción generalizada y
exhibía un triunfalismo que hacía sospechar de la escrupulosidad del proceso (e
inclusive de su realización misma) hasta al menos receloso de los mortales. Y
es que, como se sabe, en la hora aciaga del naufragio sólo conservan la calma
los que lo han provocado adrede o los que tienen una embarcación clandestina
para salvarse.
Los
resultados, empero, ya no admiten dudas, y más allá de su significación como
logro personal del l icenciado Abinader o como triunfo colectivo de su equipo
de campaña, ellos no sólo dan pie a interesantes lecturas a contraluz de
nuestro panorama político actual, sino que también pudieran tener connotaciones
históricas, sobre todo si -como esperan muchos ciudadanos- se transfiguran en
heraldos de modificaciones de fondo -y con sentido progresivo- tanto en el
desacreditado partidarismo criollo como en la oxidadas y crujientes estructuras
materiales y espirituales de la sociedad dominicana.
Por
de pronto, se deber recordar que si bien no es la primera vez que en el
conglomerado de ex perredeístas que ahora integra el PRM se produce un
desenlace tan rotundo como el del domingo pasado en una consulta interna
competida (pues la elección del ex presidente Mejía en 1999 tuvo parecida
contunde ncia numérica y porcentual), no es menos cierto que hay otros
acaecimientos que sí son inéditos: por ejemplo, no hubo denuncias de fraudes o
irregularidades provocadas, brillaron por su ausencia los enfrentamientos
físicos derivados del desbordamiento de las pasiones, y no se presentaron
instancias de revisión o impugnación de tramos concretos del proceso o del
conteo mismo.
Y
todo ello (si tomamos en cuenta que en los últimos meses hubo un manifiesto
avinagramiento de las relaciones entre el licenciado Abinader y el ex
presidente Mejía que se expresó en desavenencias públicas entre ellos y
confrontaciones directas en las que estaban envueltos muchos de sus prosélitos)
habla bastante bien de la nueva formación política y de sus dirigentes a todos
los niveles, y se constituye -¡Albricias, dominicanos!- en motivo para que
renazca la esperanza de que la actividad política nacional se adecente y, por
lo tanto, se desenvuelva en una atmósfera de respeto a la ética, la pluralidad
de pensamiento y las reglas de la democracia.
La
victoria del licenciado Abinader, valga la insistencia, aunque previsible bajos
las circunstancias y por las razones reseñadas, no deja de ser una proeza:
habiendo sido segundo del ex presidente Mejía en la boleta del PRD de 2012 se
sobrepuso a la imagen de subalterno que tal rol le marca casi indeleblemente a
quien lo ejerce (la sombra expansible del candidato a la presidencia siempre
oscurece al candidato vicepresidencial), y lo venció muy pesar de que se trata
de un ex mandatario al cual se le consideraba la figura máxima del nuevo
partido en razón de su peso específico en la sociedad dominicana, las
dimensiones de su liderazgo interno, y la enorme capacidad de captación de
prosélitos que siempre se le ha reconocido.
(En
cuanto al ex presidente Mejía, se impone añadir que parece que él solo ha
salvado su imagen histórica: por fortuna, en una acto de grandeza personal y de
firme convicción democrática, aceptó los resultados de las primarias del PRM y
proclamó su respaldo a la candidatura presidencial del licenciado Abinader,
quién sabe si haciéndole caso omiso a ciertos integrantes de su equipo político
que, no conformes con casi obligarlo a participar en una lucha interna en la
que él no tenía ya nada positivo que agregar a su carrera política y que -antes
al contrario- ponía en riesgo su buen nombre ante la posteridad, intentaron
empujarlo a la reedición de las viejas querellas posconvencionales del
perredeísmo).
Es un
hecho, igualmente, que la elección del licenciado Abinader como candidato
presidencial del PRM obliga a la alta dirigencia del PLD cuando menos a
reexaminar su estrategia electoral para las próximas elecciones, puesto que se
trata de una opción fresca, atractiva y sin tachas personales o políticas que
bien podría constituirse en el eje para la formación de un amplio frente
opositor que le dispute el poder. En cierta medida, la ocurrencia empuja a los
peledeístas a pensar más seriamente en que su abanderado electoral para 2016
debe ser uno que tenga bastante apoyo popular y baja tasa de rechazo, y por
ello se puede interpretar como un golpe adicional -en este caso de carambola-
para las ya cadavéric as aspiraciones presidenciales del doctor Leonel
Fernández.
Otra
probable secuela de la elección del licenciado Abinader estriba en que puede
contribuir a un cambio de percepción sobre la participación ciudadana en las
próximas elecciones y sus eventuales resultados: es casi seguro que muchos
dominicanos adversos a las administraciones peledeístas (o simplemente
hastiados de sus desmanes y de su larga “era”) que no veían al PRM y, en
general, a la oposición como una opción cualitativamente distinta y con
posibilidades de triunfo frente a la monstruosa maquinaria clientelar de
aquellas, ahora estén modificando sus opiniones en ese aspecto, y pudieran
comenzar a mostrarse dispuestos a sumar sus energías y esfuerzos en la
dirección de sacarlos del poder.
Por supuesto, en
tanto opción novedosa y distinta para el proceso electoral del año venidero, lo
más auspicioso de la elección del licenciado Abinader como candidato
presidencial del PRM reside en que con ella (debido a su juventud y, claro
está, si se consuman plenamente las expectativas que ha creado) se abren
nuevamente en el país las posibilidades para que una nueva generación de
líderes irrumpa en el siempre abigarrado y proceloso escenario de la política.
Es innegable que lo que ocurra en el PLD a este respecto será la contrapartida
que encuadre o desentone en ese posible fenómeno de remozamiento histórico,
pero también lo es que la sola presencia del candidato del PRM traza las pautas
al tenor y, además, envía un mensaje que aquel no puede ignorar so pena de
continuar representando la parte más decrépita del sistema .
(Desde 1996 hasta días recientes -al margen de la edad, las militancias
partidarias y las orientaciones ideológicas- el país había estado políticamente
copado por líderes cuya formación está raigalmente influenciada por las
realidades y la racionalidad propias la Guerra Fría y -alternativamente- los
dictados del denominado Consenso de Washington, y como han representado
básicamente la “transición” en términos históricos -pues son herederos reales o
fallidos de grandes figuras desaparecidas- han encarnado más las ideas de la reconversión
y la adaptación que las del cambio y el progreso en el siglo XXI dominicano).
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El licenciado Abinader, pues, llega a la cresta de la ola política nacional con
credenciales de altos calibres: es el candidato presidencial de una organización
política que acaba de pasar airosamente por su “bautismo de fuego”, logró
ganarle la batalla electoral interna en la misma a un líder de las condiciones
del ex presidente Mejía (experimentado, carismático y astuto), ha conseguido
crear la sensación de que puede encabezar con éxito la boleta de una gran
alianza opositora, está en condiciones de hacer resurgir la esperanza de que es
posible desalojar al PLD del poder y, por último pero no menos importante, ha
abierto el surco en el que podría germinar un nuevo liderazgo para la nación.
(*)
El autor es abogado y profesor universitario
lrdecam ps@hotmail.com