Víctor Elías Aquino

Nehemías, nombre de uno de los libros históricos de La Biblia, escrito hacia el año 445 (A.C.), ejerció en la antigüedad una de las responsabilidades más delicadas ante la figura de un rey; copero de Artajerjes, un trabajo que era de vida o muerte, debía degustar lo que iba ingerir el monarca y determinar de esta manera sí estaba o no envenenado.

Estudiosos bíblicos han llegado a la conclusión de que los pobladores de Jerusalén estaban tristes y la gente desmoralizada, debido a su destrucción, y correspondió a este siervo de Dios encabezar la reconstrucción de los muros y el templo para el ansiado regreso a Jerusalén.

En el capítulo 2 del libro de Nehemías se lee: Y sucedió que en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. 

Y como yo no había estado antes triste en su presencia, me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro?, pues no estás enfermo. Esto no es sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera.

 Y dije al rey: ¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desolada y sus puertas consumidas por el fuego? Y me dijo el rey: ¿Qué cosa pides? “Entonces oré al Dios de los cielos”.

Habiendo orado, en segundos, mientras hablaba las palabras de Nehemías fueron: “Si  le place  al rey,   y tu siervo  ha hallado gracias  delante de ti , enviarme a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres y  la reedificaré”.

El gobernante no se dio cuenta de la oración del siervo, fue como un abrir y cerrar de ojos en el Espíritu, un momento entre Dios y Nehemías nadie se dio cuenta de que mientras hablaba con el Artajerjes, al mismo tiempo, hablaba con el creador del universo, un modelo de oración breve y eficaz.

Fue una respuesta de Dios en segundos, dice   el texto en versos siguientes: y agradó “al rey enviarme”, y de inmediato recibió cartas para los distintos gobernadores para trabajar en el enmaderado de las puertas del Palaciode la Casa y para el muro de la ciudad

Nehemías tenía tiempo orando por su pueblo, pero Dios le da una oportunidad, y el mismísimo rey que le pregunta por su petición, es seguro que el rey no se dio cuenta que oraba en su corazón en segundos antes de responder.

La plegaria pudo ser como un abrir y cerrar de ojos ante la presencia del mandatario Artajerjes. Este tipo de oraciones son momentos con Dios de los que en la mayoría de los casos la gente no se entera.

No sugiero que los creyentes abandonen el tiempo diario de exposición a la palabra y la oración, sino que además de esa parte, es posible orar en cualquier momento del día, incluso manejando un vehículo, como bien recomendó hace años el pastor Howard Lee Shoemakepodemos estar en comunicación como si tuviéramos al padre al teléfono.

Pienso en Dios midiendo y escuchando la oración noen términos de su extensión, sino su peso específico, si hubo o no   desnudez del alma, de un corazón un arrepentido que le busca en espíritu y en verdad