EL NUEVO DIARAIO
Otra Vez Vi a Papá
Actualizada el martes, 17 de abril 2018 | 8:57 am
Por Victor Elias Aquino
Esta vez no fue a través del cristal translúcido de la imagen de Antonielo que llegaba cansado, vestido de fuerte azul, botas vaqueras; desde Bávaro, en la provincia La Altagracia; pero no estaba de en Resort; sino bajando el lomo como hace desde hace décadas.
Esta vez fue más real que nunca, aunque papá hace rato que pasó a la habitación del lado de la que habla San Agustín de Hipona puedo verlo.
Es el año de 1974, hacía las 5:30 p.m. moría la tarde y papá llegaba con los rezagados rayos del sol que hacían un esfuerzo por dejarme ver su cara. Es un vehículo de los denominados pescuezo largo, Chevrolet Impala 1969.
Aquino esta feliz de ver a su hijos, todos desfilamos ante él para darle un abrazo, su ternura de padre estuvo presente, a cada uno estampó un beso en la frente o en la cabeza, se vehía cansado, y no estaba ebrio. Estaba muy sobrio para ser sábado, y fin de semana.
De niño no sabíamos a ciencia cierta lo que era el Padrejón. Sólo escuchábamos la queja cuando tenía esas molestias.
Andando el tiempo, nos enteraríamos de que se trataba de un mal o afección que se manifiesta por una opresión en la boca del estómago, acompañada de cierto malestar general, y que, según creencia popular, es consecuencia de algún susto o disgusto.
Pero Aquino no había tenido ningún disgusto, estaba feliz de estar en casa, aunque se sinteria enfermo.
A penas probó bocado, y pese a los esfuerzos de mamá para que se tomara una sopa de esas que sanan muchas enfermedades, lo cierto es que no tenía deseos de comer nada para no tener que ir al baño.
Pasó el sábado acostado despierto, disfrutando de sus hijos y las pocas veces que iba al baño, venía con cara de disgusto y malestar, Ramona lo acompañaba.
La Vida, sus andanzas, el fumar y beber en exceso, a veces mal alimentándose cuando estaba fuera de la ciudad habían minado sus órganos. Lo Cierto es que le era muy difícil evacuar, y las pocas veces que lo hacía era como si la materia fecal estuviera envuelta en sangre.
La Cara de Ramona lo decía todo. Un médico del barrio lo vió y recomendó algo para el dolor de estómago, pero no vió la gravedad el caso, eso fue el domingo, el lunes, sus manos temblaban, casi convulsionaba, con un cigarro Montecarlo encendía el otro.
En el enésimo cigarrillo, aparecen en la puerta sus dos hijos mayores Noraima y Antonielo que regresaban de Puerto Rico, n tiempo tuvieron para entrar las maletas a la casa, en el mismo vehículo que los trajo dela Aeropuerto van de Emergencia donde la siempre recordada doctora Germosén en el Consultorio de Villas Agrícolas, la doctora grita,! Es oxígeno, rápido llévenlo la Uce. También ocurrió esto de tarde, otra vez caía el sol, pero era un sol que presagiaba tristeza.
Pocas horas duró en la Uce, los médicos dieron su veredicto, insuficiencia cardíaca. Esta fue la primera noche en que conocí la tristeza de la muerte…
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