Himno a la Patria

martes, 26 de diciembre de 2023

¡FELIZ NAVIDAD!

POR: CHRISTIAN PANIAGUA …paz, amor, unión familiar y diversión -multiplicados- es ¡Feliz Navidad! Reunirse a compartir y olvidar deudas y rencores, por la gracia de Dios, es ponerlo en práctica. Y yo, que a veces ando en Belén con los pastores -escribiendo- soñando un mundo mejor, agradezco el llamado de un Ángel de la guarda para que hable sobre la magia de la Navidad: bien, acepté, seducido porque el mundo cristiano destaca la mayor de sus bendiciones, durante ese tiempo; nacimiento del niño Jesús y cierre de un año para recibir otro, que puede ser mejor, con metas nuevas y días sosegados… Entonces ¡fiesta y fiesta, hasta que amanezca! ¡Aleluya! El derroche prende. Se hace moda: se bebe, se come y se baila, pero también se alzan excusas para los excesos… Ahí entra Jesucristo a la festividad, a su manera: recordándonos que el creyente debe ser moderado, disfrutar, pero cuidar sus maneras y -sobre todo- está llamado a irradiar amor en todas las direcciones… Que no se puede ser candil en la casa y oscuridad afuera. Que una alegría compartida es una alegría multiplicada. Que intervenir una pena es partirla por la mitad. Que no es correcto ubicar a Dios en determinada iglesia y negarlo en otra (hasta el Dios de Espinosa pondera eso). Que ser buen cristiano es ayudar al necesitado, pero cuidarse de la falsa teoría de la “prosperidad” que patrocinan los que han hecho del templo un negocio, desangrando a puros e impuros mediante el diezmo abultado: aludiendo que “quien da más, mayor recibirá”. Si así fuera la grandeza de Dios queda en entredicho. Si ofrendar en dólares o en euros vale mejor para ganarse el Cielo, lástima por los pobres del mundo -la Biblia no patrocina ese ardid- lo que se sabe es que la patraña llegó con el final de los tiempos. Que, si el Pastor o la Pastora, solo Ellos hablan con Dios -a su antojo- y por eso se les debe venerar y premiar los bolsillos; eso explica el preocupante derrotero que lleva el mundo; plagado de políticos corruptos, de guerras fratricidas y de tormentas fuera de tiempo y de lugares -demasiada lluvia- cae del cielo últimamente. Eso llama a revisión -a redirigir oraciones-. Digo: a no ser que el Altísimo nos ampara, que si cae nieve o lluvia es para enfriar ímpetus, para que celebremos en casa, en familia, y, por ese tenor; disminuir accidentes: fatalidades que empañen las fiestas… Se sabe -escrito está– Dios dispone de un lenguaje propio, muy suyo. Despacha lo que conviene y jamás negocia su tiempo y su amor hacia los pobres, además del sagrado acto de la caridad, mientras; condena todo discurso que tergiverse su palabra. Como erróneo es seguir falsos profetas. Sí, vale ofrendar -comedido- en la iglesia, para cubrir gastos operacionales, pero no descuidar la ayuda directa al prójimo; a la viuda, al enfermo, a los hogares de acogida, al mendigo y al discapacitado que -a todas luces- está en la calle rogando un plato de comida. De ahí que ¡cuidado! con esa nave del arrebatamiento que está en las nubes, a espera del que diezme mucho -disque- para llevarlo a un paraíso que solo reside en la lengua del predicador taimado. Esos que se suben a un púlpito y decretan que “solo ellos tienen la verdad y quien no le sirve, está condenado al fuego del infierno”. ¡Falso de toda falsedad! Son egoístas que se aprovechan del sufrimiento de sus hermanos para recaudar, y le ponen precio al peso de los pecados ajenos. Vale más -le gusta a Dios- hacer de la Navidad fiestas para celebrar que somos piadosos, tolerantes, alma y cuerpo; que debemos trascender a lo divino, jubilosos, por las buenas acciones que patrocinamos en esta vida… ponderando la unión familiar, la justicia y la equidad de Dios en todo, y para todos… ¿Quién dice ¡Amén!

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