Vìctor Elìas Aquino

Un día, esto fue lo que alguien leyó, «no se olviden de la hospitalidad porque por ella, algunos sin saber hospedaron ángeles», Hebreos 13:2 (La Biblia).

¡A caso! ¿Puede haber seres provistos de alas reales en una cárcel de la Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial que se calcula dejó 60 millones de muertes; 40 millones de civiles y otros 20 millones de soldados?
El verso entrecomillado que inicia este relato cobro plena vida gracias a un amigo con rango de hermandad en el tiempo; el periodista Rafael Núñez; quien me regaló la obra “Reportaje al pie de la horca, de Julius Fučík, motivación para escribir este este artículo.
Este texto no es más que un intento de canto a la vida, creando ondas expansivas en el tiempo y largo aliento a los que todavía viven y´ padecieron en carne prop8a vivieron a esa catástrofe mundial de la segunda guerra global.
Fučík, el autor inició como crítico literario y teatral. Luego fue redactor de las publicaciones comunistas Rude Pravo y Tvorba, en las que realizó reportajes sobre temas sociales y culturales. Es condenado a muerte en agosto de 1943 por un tribunal Nazi de Berlín, Alemania.
Julius, “estuvo en la celda 267 de la Cárcel de la Gestapo en Pankrác”, durante la primavera de ese año a la espera del fin de su paso por esta tierra.
Le tocó una estadía miserable con dieta matutina de “borra de café, pan y agua salobre”, en adición a ello, severas golpizas que herían a los reos retenidos y le robaban hasta el aliento, por solo citar algunos de los maltratos.
Pero, la de Fučík era una raza de “hombres superiores” que creían en la posibilidad de un mundo mejor y por su mente nunca consideró la idea de usar el código de la traición.
Es que, “ni todo en la vida es blanco, ni todo es negro”; entre uno y otro matiz hay una infinita gama de tonalidades como artistas haya en el planeta con mentes creativas.
¡Ahí está el arco en las nubes, el arco iris que se eleva de las mentes de los demócratas y los tiranos que ha tenido el planeta!
Ahí está el caso de un aprendiz de zapatero de sonrisa a mandíbula batiente, que tuvo una sola misión en la vida, “hacer llevadera la estancia de los condenados a muerte. Antes hizo campaña en Francia durante el conflicto, pero, no aguantó y abandonó, pese al ascenso que le prometieron de un rango mayor.
La vida se vive minuto a minuto, hora a hora, día a día; y, aquí está este hombre al que por consenso no acordado todos apodan “El Guandul” a este militar.
Para que tengan una idea, es que, el día que le tocaba guardia a este hombre, en todas las celdas se respiraba un aire ligero puro límpido, y la tranquilidad eran tan real que, casi se podía tocar con las manos, y ver con los ojos del alma; aunque ésta pasara por triste pena.
En ocasiones, este soldado llegaba a gritar a un recluso y al hacer esto, acto seguido guiñaba un ojo, creando así una complicidad benévola; de esa manera hacía creer a sus superiores que estaba siendo rígido, duro y maltratador a cabalidad, que era lo que hacían los otros guardias…
Pese a sus esfuerzos para hacer más llevadera la vida de los reos, no convence a sus superiores y “llegan a castigarle por flojo”. Era tan compasivo y empático que, llegaba a sonreírle a los reos y se divertía lanzándoles monedas para ver quien se acercaba más a la pared.
¿Ángel o demonios?