Por Alexander Olivence G.
En la República Dominicana, la política siempre ha sido un tema de intenso debate y pasión. Sin embargo, en los últimos tiempos, las cúpulas de los principales partidos de oposición, el Partido Revolucionario Moderno (PRM), Fuerza del Pueblo (FP) y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), han sido objeto de críticas por su falta de respeto a los estatutos y a la democracia interna. Esta situación no solo genera desconfianza entre sus bases, sino que también pone en entredicho la salud democrática del sistema político dominicano.
El PRM, Fuerza del Pueblo y PLD: ¿Renovación o control?
A pesar de que estos partidos hablan constantemente de relevo generacional y renovación, sus acciones parecen apuntar en dirección contraria. Las cúpulas partidarias, en lugar de fomentar la participación y el debate interno, han optado por controlar los espacios de decisión, asegurándoselos a los sectores más tradicionales y conservadores. Esto ha generado un clima de descontento entre las bases, que sienten que sus voces no son escuchadas y que las decisiones se toman desde arriba, sin consultar ni considerar a los militantes de a pie.
En el caso del PRM, partido que llegó al poder con la promesa de un cambio profundo, las críticas no se han hecho esperar. Muchos de sus miembros han denunciado que las decisiones clave se concentran en un pequeño grupo, dejando de lado la participación de las bases. Esto ha provocado tensiones internas y ha debilitado la imagen de un partido que se presentaba como una alternativa fresca y democrática.
Por su parte, Fuerza del Pueblo, liderado por el expresidente Leonel Fernández, también enfrenta desafíos en este sentido. Aunque el partido se presenta como una opción renovadora, las acusaciones de centralismo y falta de transparencia en la toma de decisiones han generado malestar entre sus seguidores. La falta de mecanismos claros para la elección de candidatos y dirigentes ha sido señalada como un problema que limita la democracia interna.
En cuanto al PLD, partido que gobernó el país por más de dos décadas, la situación no es muy diferente. Tras su salida del poder en 2020, el partido ha intentado reorganizarse, pero las luchas internas y el control férreo de las cúpulas han dificultado este proceso. Las bases del PLD reclaman mayor participación y una verdadera renovación, pero las estructuras tradicionales del partido parecen resistirse al cambio.
La democracia interna en entredicho
La falta de democracia interna en estos partidos no solo afecta a sus militantes, sino que también tiene consecuencias para el sistema político en su conjunto. Cuando las cúpulas partidarias no permiten que las bases se expresen y participen en la toma de decisiones, se debilita la legitimidad de los partidos y se limita la representatividad de la ciudadanía. Esto, a su vez, puede generar desencanto y apatía entre los votantes, lo que no es saludable para la democracia.
Además, la concentración del poder en unas pocas manos fomenta el clientelismo y el caudillismo, prácticas que han sido históricamente criticadas en la política dominicana. En lugar de promover la meritocracia y la participación, estas prácticas perpetúan el control de los sectores más tradicionales y dificultan la llegada de nuevos liderazgos.
¿Hacia dónde va la política dominicana?
La situación actual de los partidos de oposición en la República Dominicana es, sin duda, preocupante. Si bien es cierto que la política es un espacio de disputa y negociación, también es fundamental que se respeten los principios democráticos y se fomente la participación de las bases. De lo contrario, los partidos corren el riesgo de convertirse en estructuras vacías, desconectadas de las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía.
Es momento de que las cúpulas partidarias reflexionen sobre su papel y asuman el compromiso de construir partidos más abiertos, transparentes y democráticos. La renovación no puede ser solo un discurso; debe traducirse en acciones concretas que permitan a las bases expresarse y participar activamente en la vida partidaria. Solo así se podrá recuperar la confianza de la ciudadanía y fortalecer la democracia en la República Dominicana.
Mientras tanto, la triste realidad es que, en lugar de avanzar hacia una política más inclusiva y participativa, los partidos de oposición parecen estar retrocediendo, aferrándose a prácticas que ya no tienen cabida en una sociedad que clama por cambios profundos y auténticos.
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