Reportaje:
Por Sebastián Del Pilar Sánchez
Corría el mes de diciembre de 1968 cuando un grupo de jóvenes del pueblo de Imbert se empeñó en realizar una extraña fiesta hippie en medio de la tristeza generalizada causada por la trágica temporada de lluvias que destruyó muchos predios agrícolas y viviendas a la orilla del río, además de causar varias muertes, como la del apreciado munícipe Sergio Júpiter Cabrera Francisco.
El pueblo quedó incomunicado debido a la estrepitosa caída del puente colgante, que generó gran incertidumbre entre quienes confiaban en la invulnerabilidad de aquella gran estructura de acero, levantada durante el gobierno de Horacio Vásquez, por haber sido una excelente plataforma de enlace entre Imbert y las principales comunidades de las provincias de Santiago y Puerto Plata, ya que todos los vehículos que se desplazaban de una jurisdicción a otra, pasaban por ahí atravesando la calle Duarte.
Esa actividad había aportado un movimiento económico impresionante que convirtió ese pueblo en el más dinámico y progresista de la provincia después de San Felipe de Puerto Plata; al operar allí, primero que en cualquier otro municipio, un centro de estudios donde se enseñaba inglés, contabilidad y mecanografía; una biblioteca municipal y el liceo Enrique Emmanuel Ashton, en el que confluían jóvenes de otras demarcaciones como Luperón, La Isabela, El Estrecho, Los Hidalgos, Guananico, Nava y Altamira.
Era chocante programar y realizar una fiesta de hippies en tal situación, pero sus convocantes, los jóvenes Miguel Parra Mézquita y José Francisco Alcántara Rodríguez (Fafán), estudiantes de arquitectura y medicina de la UASD, junto a la señorita Miladys Reyes Fernández (Millie), alumna del privilegiado Colegio Inmaculada Concepción de La Vega, con un poco de recreación, deseaban superar la difícil situación provocada por la tragedia que golpeaba su pueblo.
Este convite era un calmante o consuelo en medio de la penumbra para quienes requerían una inyección de optimismo que les permitiese recuperar la fe menoscabada, y nada mejor para plasmar ese anhelo que la fuerza creadora y el brío juvenil de sus muchachos, fomentando la unión y la solidaridad frente al desánimo y la desorientación colectiva.
La idea de esos jóvenes era el mejor apoyo sicológico que se podía alentar para la vuelta a la normalidad bajo el lema: “¡La unión hace la fuerza!”, haciendo lo que fuese necesario para asumir el futuro con las decisiones adecuadas, conscientes de que sólo unidos se recobraría la economía malograda durante aquel temporal de lluvias, pues sin aquel viejo puente todo apuntaba a ser diferente.
La fiesta programada serviría para recordar los acontecimientos y valorar las manifestaciones positivas surgidas en las horas de mayor riesgo para la vida de los moradores, como fue la acción valiente y solidaria del equipo de rescate que fue improvisado para hacerle frente a la calamidad de las inundaciones en los campos cercanos.
Muerte de Sergio Júpiter
En el comando de rescatistas estaba el amigo Sergio Júpiter Cabrera, un antiguo marinero de unos 43 años, color indio y fuerte complexión física, caracterizado por su excelente humor, quien se dedicaba en los últimos años a la peluquería, en un local de la calle Mella próximo a la fábrica de quesos Geo y la biblioteca municipal, alquilado por su hermano Matías.
En ese tiempo sobresalían en el oficio: don Elpidio Guzmán, un señor de unos 75 años y pelo canoso que recortaba a los niños en la calle Ezequiel Gallardo, en el área donde residían las hermanas María Eulogia y María Dolores Cabrera; y Pasito Binet, que realizaba su labor en la cercanía de la farmacia Flora, propiedad de Gabriel Canahuate y de la casa de dos pisos donde residía el director del liceo secundario Enrique Ashton, don Andrés Brito Bruno.
El fallecido había sido el barbero preferido de muchos jóvenes por su mano ligera en la reducción del volumen del cabello y por el cuidado que ponía para realizar un cerquillo homogéneo, bien delineado y grato a los ojos de las chicas del pueblo.
Sergio Júpiter era hijo del hacendado José -Picho- Cabrera y de la señora Laura Francisco, y hermano de Víctor (el mayor), Diógenes Artemio, locutor estrella; Elsa, brillante profesora; Aníbal, contador en el Ingenio Amistad y Plinio Cabrera, conocido médico de la clínica San Rafael del sector de Gascue, en el Distrito Nacional.
También, Milton Cabrera, locutor y empresario residente en La Romana; Cosette, abogada; Marisol, bioanalista; Winston (Chile), contador; Onelia, novia de José -Pepito-Francisco; Yuya, Ana Lilia (La muda), Awilda, Yani y Lourdes Cabrera.
Al extinto marinero y peluquero se le recordaría siempre por su modo ingenioso en exponer las cosas con ironía y gracia, pues solía decir que no era posible que muriese asfixiado porque más fácil se ahogaba en un vaso de agua, dada su condición de hombre de mar.
También sería recordado por su participación en tertulias combinadas con un par de tragos junto a sus entrañables amigos Arismendy Aguedito Ulloa, Miguel Dorrejo y Rafael Eduardo (Negrito) Lara.
Sergio Júpiter estuvo entre las primeras personas que se ofrecieron para integrar el equipo de rescate que se desplazó desde Bajabonico hasta la Piragua y luego a Vuelta Larga, El Estrecho y el Ranchito de los Vargas, para auxiliar a varias familias que se encontraban en situación de peligro y a punto de morir ahogados por la inundación más grande y trágica que haya conocido jamás la historia de Imbert.
Sin duda, el solo intento de salvar vidas constituía un verdadero acto de heroísmo en esos lugares habitados por muchos niños y ancianos que no estaban preparados para luchar contra las embravecidas aguas del desbordado rio Bajabonico, y donde nadie contaba con los medios para sortear las dificultades que se multiplicaron con su crecida incontenible, con la caída masiva de árboles y el cúmulo de basura que imposibilitaba el movimiento en aquel infernal lodazal.
Actuación del alcalde
Tras la caída del puente, comenzaron a llegar informaciones aterradoras desde diversos puntos del municipio sobre las zonas más afectadas por las lluvias y donde había mayor riesgo de que se produjeran hechos lamentables, lo que dificultaba pensar con cabeza fría y actuar con seguridad y eficiencia, aun con la orientación de un funcionario animado en resolver problemas en aquel ambiente de calamidad y penuria, como era el recién juramentado síndico Rafael -Fellito- Batista D`Orville.
Este alcalde y gran músico, concentró su trabajo inicial en el área del puente evaluando personalmente los cuantiosos daños ocasionados por los torrenciales aguaceros en el sector denominado Hoyo Haitiano y en la franja periférica al río. La información recabada la remitía con sus recomendaciones a los funcionarios civiles de la provincia y a las autoridades de Obras Públicas del gobierno del doctor Joaquín Balaguer, a quienes explicaba que esa gente reclamaba ayuda tanto en bienes materiales como en apoyo social.
Aunque parecía increíble, el puente sobre el río Bajabonico estaba en el suelo y el síndico junto a sus ayudantes atendía en el área a decenas de damnificados, a los que escuchaba con atención y paciencia describir sus penurias, anotando los daños ocasionados y las necesidades verificadas en los hogares afectados, aun fuese imposible resolver a corto plazo su dolorosa situación.
En el Hoyo Haitiano, el síndico escuchaba mirando con frecuencia hacia el lugar donde se veía la estructura del puente inclinado cayendo hacia el río, como si fuera la obra de un terremoto relámpago provocado y no por la persistente lluvia que inundaba todo el pueblo y mantenía a la gente moviéndose por calles y aceras lidiando con los inevitables lodazales.
Labores de socorro
En tanto eso ocurría en el área del puente, en otro lugar del municipio se trabajaba en la integración del comando de rescate; siendo Sergio Júpiter el primero en subirse como rescatista a una de dos camionetas cedidas por los prósperos comerciantes Fabio Lara y Plácido Parra, para llevar a cabo ese encomiable servicio humano.
Esos vehículos eran guiados por Arturito Lara, hijo de crianza y sobrino de don Fabio, y por Miguelito Parra, hijo de don Plácido, quienes llevaban en sus camas a Sergio Júpiter y su hermano Chile; al odontólogo Magiro Tamayo Ureña y al mecánico Tatis Mercado, muy conocido en el área por ser el hijo mayor del fotógrafo del pueblo, don Dámaso Mercado.
Ellos marcharon hacia su destino: la sección El Estrecho y se enteraron en el camino de la situación prevaleciente en los distintos sitios inundados de agua, y hacia allá se dirigieron con la mejor disposición de colaborar en las tareas de emergencia. En el trayecto se encontraron con mucha gente en espera de ayuda, debido a que habían tenido que abandonar sus hogares y perdieron sus ajuares, que quedaron sepultados por las aguas.
Al llegar a la zona más deprimida, los rescatistas -rodeados por la multitud que requería su auxilio- se dieron cuenta que un puente de vigas de madera, conocido como “Escarfullery”, estaba a punto de zozobrar y los vehículos ya no podían continuar, por lo que tuvieron que desmontarse.
Fueron aplaudidos como héroes por los campesinos que voceaban a viva voz: “¡Llegaron los hombres ranas de Imbert!”, en alusión al heroico cuerpo de Hombres Ranas de la Marina de Guerra que durante la Revolución de abril de1965 hizo historia por su coraje y calidad en el combate frente a las tropas de intervención extranjera, constituyéndose en leyenda y símbolo de resistencia y patriotismo.
Cultura musical y fiesta hippie
En honor al sacrificio y heroísmo de Sergio y demás rescatistas, se efectuaría la llamada fiesta de hippie, una extraña idea para quienes no recordaban las características culturales y musicales del municipio de Imbert en el año 1968 que, con una población relativamente pequeña, de aproximadamente 11 mil habitantes, poseía una dinámica social vigorosa y se conocía el rock and roll como en cualquier pueblo grande del país.
Desde principios de la década de los años 60, en las instalaciones del cine-teatro Amarilis y el Josie Bar, propiedad del empresario Juanito Collado, había surgido el grupo musical Los Dinámicos, dirigido por los hermanos Juan José y Tony Collado, que se destacaría en la televisión dominicana por sus presentaciones continuas en el programa Sábado de Ronda, animado por los locutores Osvaldo Cepeda y Cepeda, José Joaquín Pérez (Jo-Jo) y el poeta René del Risco Bermúdez.
Este exitoso conjunto estuvo influenciado por la música de Leo Dan y Los Beatles y fue la revelación musical de la nueva ola en la región norte en 1966. Estuvo integrado por Rafuche Guzmán Souffront, un excelente cantor de música romántica y balada y rock; los hermanos Franklin y Leonardo Mercado, y los guitarristas Cucho Díaz y Víctor Ulises Hernández (Vitilla). Posteriormente se convirtió en uno de los primeros grupos musicales de rock en el país con el nombre de Los Brahmins.
Ello explica la razón de que la moda sicodélica llegara a Imbert y su influencia en la celebración de una fiesta hippie que fue precedida de tres encuentros sociales llamados “La Jengibrada”, a los que acudieron las chicas con minifaldas y los muchachos con sus chaquetas de cuero abrochadas, largas patillas, camisas con brillantes colores, sombreros, pantalones jeans y de poliéster (tipo campana).
En ese tiempo se destacaba en los medios de prensa la critica emitida un 27 de febrero por el presidente Balaguer, durante su rendición de cuentas ante la Asamblea Nacional, contra el sacerdote de Cotuí Fabio Solís Rodríguez, de supuesta inclinación izquierdista, por escandalizar las calles con su estrafalario atuendo de camiseta sicodélica, una boina y collares inmensos colgando en su cuello.
Los encuentros con Jengibre se iniciaron en una residencia cercana al parque municipal propiedad de los empresarios Bravo Reyes y Elsa Fernández y continuaron en las casas de Miguelito Parra, doña Brígida Rumaldo de Dorrejo, Fello Lara y Luis Alberto Canahuate Rodríguez, con la asistencia de las hermanas Josefita, Ivonne y Luchy Lara, Máximo Hevia, Ana María Alcántara, Sally Fernández, Marisol Cabrera, Gilberto Reyes, Héctor Canahuate, Mildred Padilla Cabrera, Kismet Adams, María Reyes, Maritza Sánchez, las hermanas Mercedita y Guin, sobrinas de doña Elsa Cabrera; Carlos Eugenio Collado, David Mercado, Andrés Parra, Damaris Checo, Chiche Buche, Chea López (compañera de colegio de Martha Canahuate), Brunilda Pichardo, Josefina Abreu (compañera de Brunilda), Chito y Rafuche Guzmán Souffront, Lido Parra, Sonia Mena, Magui González, Charo Díaz, Johnny Medina, Monchy Martínez, Danny Henríquez, entre otros.
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