Himno a la Patria

sábado, 5 de abril de 2025

Corrupción En República Dominicana: ¿Un Mal Incurable O Una Batalla Que Podemos Ganar?

 


Por : Alexander Olivence G.

La corrupción es un fantasma que ronda las calles de nuestro país, se cuela en las instituciones y, a veces, hasta normalizamos su presencia en lo cotidiano. Pero ¿realmente la corrupción es parte del ADN del dominicano? ¿O es un síntoma de un sistema que hemos permitido que se degrade? La respuesta no es sencilla, pero negar su impacto sería cerrar los ojos ante una realidad que nos avergüenza y nos frena como sociedad.

¿Cuándo empezó todo?

La corrupción no es un invento reciente. Sus raíces se entrelazan con décadas de clientelismo político, falta de transparencia y una cultura del “juego vivo” que premia el atajo sobre el mérito. En barrios, escuelas y hogares, muchos crecieron escuchando frases como “El que no transa, no avanza”, normalizando prácticas que, con el tiempo, minan la confianza en lo colectivo. Sin embargo, reducir este problema a un “defecto nacional” es injusto. La corrupción no es exclusiva de un pueblo; es un cáncer global que florece donde las instituciones son débiles y la impunidad, fuerte.

El costo de mirar hacia otro lado

Los efectos son devastadores: hospitales sin medicinas, carreteras que se deshacen tras una lluvia, proyectos sociales que nunca llegan y una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres. Mientras unos pocos se enriquecen, millones luchan por acceder a servicios básicos. La desconfianza se instala: ¿Para qué votar si los políticos roban? ¿Para qué denunciar si nadie escucha? Este círculo vicioso no solo nos empobrece económicamente, sino que erosiona nuestra identidad.

Ejemplos que duelen

  • El “tipico” soborno: Pagar un “extra” para agilizar un documento público.
  • Nepotismo: Contratar al primo inepto en lugar al profesional capacitado.
  • Desvío de fondos: Millones destinados a educación o salud que terminan en cuentas privadas.

Estos actos no son “picardía”, sino ladrillos que construyen un muro de desigualdad.

¿Hay esperanza? ¡Claro que sí!

La solución no llegará con discursos, sino con acciones concretas:

  1. Educar en valores, no solo en matemáticas: Integrar la ética como eje transversal en escuelas y hogares.
  2. Instituciones fuertes y transparentes: Exigir rendición de cuentas, salarios dignos para funcionarios y sanciones ejemplares.
  3. Tecnología como aliada: Plataformas digitales para denuncias anónimas y seguimiento de fondos públicos.
  4. Ciudadanía activa: Dejar de aplaudir al “vivo” y reconocer al honesto.

El cambio empieza contigo

No somos un país sin remedio. Basta ver las marchas de jóvenes exigiendo transparencia, los periodistas que investigan a pesar de las amenazas, o los empleados públicos que rechazan sobornos aunque su sueldo sea mínimo. Estos héroes silenciosos son la prueba de que los valores no se han perdido: solo necesitan más espacio para brillar.

La corrupción no nos define, pero combatirla sí puede ser nuestro legado. La pregunta es: ¿Vamos a seguir lamentándonos o vamos a actuar? La dignidad de la República Dominicana está en juego.


Palabras finales“Un pueblo corrupto no nace, se hace. Y si se hace, también puede deshacerse”..

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